Andrea y Esteban eran famosos por ser chismosos de campeonato.
Siempre andaban espiando y curioseando todo de todos, y disfrutaban sacando a
la luz todo lo que descubrían, que era mucho y normalmente no muy bueno. A
menudo les habían explicado la importancia de respetar la intimidad de los
demás, pero ellos respondían diciendo "si no tuvieran nada que ocultar, no
les importaría. Nosotros no tenemos nada que ocultar, y por eso nos da
igual".
Hasta
que un pobre brujo con pocos poderes mágicos, se cruzó en su camino. Y después
de que le destrozaran uno de sus trucos baratos, decidió vengarse con un
extraño conjuro que hizo reir a los niños antes de dejar el lugar.
Sin embargo, al día siguiente, mientras estaban en clase, el altavoz de las emergencias sonó con la voz del brujo:
Sin embargo, al día siguiente, mientras estaban en clase, el altavoz de las emergencias sonó con la voz del brujo:
- ¡Din, don, dinnnn! ¡din, don , dinnnn! ¡Atención!
Andrea Márquez piensa que Roberto es un chico muy guapo y le gustaría ser su
novia. ¡din, don, dinnnn!
¡Que vergüenza
Andrea!; jamás le había dicho nada a nadie y se puso roja como un tomate... Se
armó un gran revuelo que cesó cuando poco después volvió el altavoz con sus
avisos:
-
¡Atención!, ahora Esteban Mendoza está pensando que Antonio Muñoz es un gorila
tonto y gordo, y que si él fuera más grande le daría una buena paliza... ¡din,
don din!
Y el
pobre Esteban tuvo que salir corriendo y esconderse para evitar que Antonio le
diera su merecido...
Y así, durante todo el día, el odioso altavoz no dejó de contar los pensamientos más intimos de los dos chismosos, y cada minuto que pasaba su vergüenza y sus problemas iban en aumento. Hasta que la pareja se plantó delante del altavoz, llorando de ira y de rabia, pidiéndole que dejara de airear sus pensamientos.
- Si no tienen nada que ocultar, no debería importarles - respondió el brujo al otro lado del altavoz.
- ¡Claro que no tenemos nada que ocultar! - respondieron- ¡pero eso son cosas privadas! - volvieron a protestar.
Y así, durante todo el día, el odioso altavoz no dejó de contar los pensamientos más intimos de los dos chismosos, y cada minuto que pasaba su vergüenza y sus problemas iban en aumento. Hasta que la pareja se plantó delante del altavoz, llorando de ira y de rabia, pidiéndole que dejara de airear sus pensamientos.
- Si no tienen nada que ocultar, no debería importarles - respondió el brujo al otro lado del altavoz.
- ¡Claro que no tenemos nada que ocultar! - respondieron- ¡pero eso son cosas privadas! - volvieron a protestar.
Entonces
se miraron uno al otro, y comprendieron que lo que ellos mismos llevaban
haciendo toda la vida era un ejemplo de lo que el brujo les estaba haciendo
pasar a través del altavoz. Y tras prometer no volver a cotillear acerca de las
cosas privadas de la gente, el brujo anuló el hechizo y se despidió de todos. Y
en cada uno de los chicos que lo vivió, el recuerdo de aquella mañana de risa
sirvió para que recordaran siempre la importancia de respetar las cosas
privadas de cada uno.